“Si quedan claros estos términos y me los aceptas nos vamos los dos
para arriba a hacerle a ese Ángel divino de Dios un pedazo de reportaje”.
Así es como me
presentó mi buen amigo José Bayón la idea que había estado cocinando durante
meses y de la cual me hizo partícipe en cuanto tuvo la confirmación de que el
proyecto era viable. Un proyecto a todas luces complicado ya que había muchos
elementos difíciles de controlar a priori, como la iluminación o las localizaciones.
Como aficionada
a la buena cocina, por continuar con el símil, no dudé en ningún momento poder
deleitarme con el bocado tan apetitoso que me ofrecían, una sesión de fotos con
Dulce Pontes, aunque tengo que confesar que mi primera sensación fue la de
respeto y un poco de miedo al pensar que no daría la talla.
José Bayón (www.josebayon.es), vive con
pasión la fotografía y es un mago de la luz y la expresión artística. Magnífico profesional y mejor persona, tiene
la capacidad de trasladarte al mundo que él está visualizando y envolverte de
forma que te atrapa con sus imágenes de manera irremediable.
Dulce Pontes
está considerada como una de las mejores artistas dentro del panorama musical
portugués e internacional (www.dulcepontes.es, www.dulcepontes.info), lleva más de veinte años de carrera musical y ha colaborado con
artistas de la talla de Ennio Morricone, Andrea Bocelli o José Carreras.
Nuestra aventura
por tierras portuguesas duró dos días con sus dos noches. Dos jornadas
intensas, que dieron para mucho, a juzgar por el resultado. La idea era
conseguir captar mediante imágenes el alma y la poesía de Dulce. Y creo, sin lugar a dudas, que lo
conseguimos, sí, lo conseguimos entre los tres, José con su arte detrás de la
cámara, Dulce dejándose hacer y dejándose llevar y una servidora haciendo lo
que le gusta y mejor sabe hacer. Maquillaje, peluquería, estilismo, atrezzo, ayudante
de iluminación, nada se resiste cuando crees en lo que estás haciendo y lo
pones todo para alcanzar la meta.
De este viaje me
traigo recuerdos maravillosos que siempre me acompañarán, el cosquilleo en el estómago
cuando sentados en la pizzería esperábamos como dos niños pequeños el momento
del encuentro tan esperado, la sensación de estar metida hasta el cuello en
algo “grande”, el cariño con el que Dulce nos trató en todo momento, los momentos de espera o los pelos de punta
escuchándola cantar “La Boheme” sólo para nosotros sentada delante de su piano.
Pero sin duda,
lo que más y mejor guardaré para siempre, es lo que he aprendido en este viaje,
he aprendido que si uno se propone una meta, y tiene fe, y ánimo y coraje,
siempre se puede conseguir. He aprendido a valorar la belleza en cada detalle
que pasa por delante de tus ojos, en un
matiz de color, en una nota de una canción, en una expresión; he aprendido que
la ilusión tiene que ser mi guía en todos mis proyectos, y he aprendido que nunca,
nunca quiero dejar de aprender, y por eso os doy las gracias Dulce, José.